jueves, 24 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 92

 


Después de esa noche me deshice de mi disfraz ante Paula, porque mis sentimientos no me permitían continuar con esa farsa, un disfraz que no tuve duda de que Paula descubrió desde el principio, ya que cuando le pregunté desde cuándo sabía mi verdadera identidad solamente recibí una misteriosa sonrisa de su parte.


Luego me dediqué a hacer con ella todo lo que había dejado para otro momento: cosas tan simples como ir al cine, comer en un grasiento restaurante de dudosa reputación, hacer un pícnic en el parque, jugar a los bolos —en lo que resulté ser realmente pésimo—, ir a un parque de atracciones, dormir bajo las estrellas o hacer el amor en el lago fueron momentos divertidos y entrañables que experimenté por primera vez de la mano de esa imprudente amiga que siempre me animaba a seguirla en sus travesuras.


Las palabras que debíamos decirnos las dejamos a un lado, y olvidando todos los malos momentos que una vez vivimos y todas las cosas que no nos habíamos dicho, volvimos a ser esos inseparables amigos cuyos sentimientos siempre irían más allá de una mera amistad.


Pero a pesar de que quisiéramos dejar a un lado nuestro pasado, éste seguía allí, y era indudable que en un momento u otro tendríamos que afrontarlo y decidir cómo seguir adelante. Por supuesto, también estaban esas molestas personas que nos rodeaban y que, ya fuese por nuestro bien o para su propio beneficio, nos recordarían que no podríamos escondernos para siempre y que, por más que lo deseáramos, no lograríamos volver atrás en el tiempo, sino tan sólo avanzar, comprendiendo y aceptando quiénes éramos ahora.


Aunque tenía todo eso muy presente en mi mente, por ahora me limitaba a disfrutar de todo aquello para lo que nunca había tenido tiempo, consiguiendo que al rostro de Paula asomaran más de esas resplandecientes sonrisas que yo siempre había deseado contemplar cuando estábamos juntos en la ciudad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario