—¿Por qué demonios no funciona este trasto? —inquirió Pedro mientras golpeaba con exasperación el monitor de escucha que tenía entre sus manos.
—Todavía no me puedo creer que esté haciendo lo que te dije que nunca haría: espiar a mi prima —se quejó Nicolás en ese momento.
—No sé por qué te quejas tanto, Nicolás, si siempre accedes a mis súplicas. Después de todo, soy tu único amigo.
—Ya… y todavía me pregunto el porqué —suspiró Nicolás mientras le arrebataba el monitor a Pedro antes de que lo rompiera, colocándolo en un lugar bastante alejado de sus impetuosas manazas.
—¡Devuélveme eso! ¡Tengo que escuchar lo que está pasando en esa habitación, y más después de que Ramiro me dijera cómo eran los chicos que acompañaban a su hermana!
—Pedro, Ramiro sólo saber tocar las pelotas así que no le hagas ni caso. Seguro que únicamente se estaba burlando de ti y de tu estúpido enamoramiento por Paula.
—¡Eh, calla! ¡Parece que ya se escucha algo! —señaló Pedro, pidiendo que Nicolás pusiera el monitor a su alcance y aumentase el volumen.
—Sé que hemos venido a estudiar, muñeca…, pero ¿no piensas que hace demasiado calor en esta habitación? —se escuchó una profunda voz masculina que dejó a ambos anonadados—. ¿Por qué no nos quitamos la ropa? Yo siempre me he concentrado mejor sin ella…
—¡Pero ¿qué mierda está diciendo ese imbécil?! —gritó Pedro al monitor.
—Ahora que ya me he desnudado te toca a ti, preciosa. Luego tal vez resuelva los problemas de matemáticas sobre tu desnudo cuerpo, pero sólo si me satisfacen tus respuestas...
—¡Le voy a partir la cara pero ya! —exclamó impetuosamente Pedro, que se vio detenido en la puerta por Nicolas.
—Espera un momento, Pedro… ¿No crees que esas frases son demasiado estúpidas para proceder de un simple adolescente? Más bien parecen las de una mala película para adultos. Aguarda hasta oír la respuesta de mi prima antes de entrar como un loco en su habitación.
—¡Ahhh, Dios! ¡Aleccióname con esa dura vara!
Y tras escuchar esa voz femenina tan parecida a la de Paula, ambos adolescentes salieron corriendo desesperados hacia la habitación de la chica para abrir impetuosamente la puerta y llevarse la mayor sorpresa de sus vidas.
En un rincón de la habitación, Elisa, la tímida amiga de Paula, veía abochornada una escandalosa película mirando entre los dedos de sus manos con las que intentaba tapar su rostro, mientras que Paula, provista de un gran bol de palomitas, no dejaba de prestar suma atención a las subidas escenas de tono que tenían lugar delante de ella. Los dos chicos se percataron de que habían sido engañados de forma estúpida cuando Paula los miró con suficiencia y les dijo,triunfal, mientras les mostraba el monitor de bebés:
—¡Sabía que erais vosotros!
Finalmente, después de alguna que otra recriminación de Paula, Pedro se alejó de esa habitación sin poder negar las evidencias que lo delataban. Se marchó de casa de los Lowell cabizbajo, sabiendo que había quedado como un imbécil y que la venganza de Paula a causa de sus acciones no tardaría en llegar. Pero mientras abandonaba la casa de los abuelos de su amiga, no dudó en dar a conocer con sutileza a los padres de Paula el tipo de películas que su hija estaba viendo, ya que si su amiga resultaba castigada después de toda esa situación, al menos Pedro estaría tranquilo porque no podría alejarse de él, ni mucho menos tener una cita o poner en práctica alguna de las escandalosas ideas de esa película.
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