jueves, 24 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 83

 


—Y aquí te presento a tu nuevo asistente en prácticas, Paula. Es licenciado en Bellas Artes y se llama... Humm… —En este punto de mi presentación, mi querido y estimado amigo se detuvo, para proseguir con ella tras uno de mis contundentes codazos.


Sabiendo que a Nicolás se le ocurriría algún nombre mucho más adecuado para mi imagen de tipo duro que a mí, le dejé que se inventara mi nueva identidad. Luego me maldije por ello cuando lo escuché anunciar, delante de toda una clase llena de chicos problemáticos y con algo de malicia, mi nuevo nombre:

—Poppy, que ha decidido que quiere ayudar a jóvenes como vosotros, ya que él, a lo largo de su vida, también ha tenido algún que otro problema como los vuestros. Y con su duro esfuerzo y trabajo, ha logrado salir adelante —finalizó Nicolás ante esa escandalosa clase, insinuando que entre esos chicos y yo había algún parecido, cosa que yo no aprecié en absoluto al contemplar sus iracundos semblantes, todos ellos dirigidos hacia mí, hacia el intruso que en esos momentos los molestaba.


—No creo necesitar ninguna ayuda con mi trabajo —replicó Paula, intentando deshacerse de mi presencia en ese lugar mientras me acribillaba con una de sus miradas. Pero mi cortante representante no dudó a la hora de rebatir con contundencia sus quejas, seguramente porque sabía que, si no se deshacía de mí, lo perseguiría constantemente con mis lloros—. Paula, llevar este trabajo y conseguir el título de profesora de arte es una tarea muy complicada, y aunque lo curses a distancia no significa que los exámenes sean más fáciles. Creo que no te vendrá mal algo de ayuda.


—¡Está bien! —concedió Paula a regañadientes—. Veamos qué sabe hacer este novato —comentó a continuación mientras recorría mi peligroso aspecto con una de sus miradas, sin duda interesada en mi apariencia de chico malo que ahora lucía. O eso pensaba hasta que me indicó que la siguiera con una maliciosa sonrisa y unos insinuantes andares. Y yo, como siempre, no pude negarme a una de sus peticiones, y menos cuando el camino me era señalado por un bonito trasero que tantos buenos recuerdos me traía.


—Ahí tienes tu lienzo —anunció Paula, mostrándome un gran muro blanco del exterior del edificio donde los chavales habían comenzado a practicar sus dibujos.


Convencido de que no podría ser tan malo dibujando, ya que siempre había sido un alumno sobresaliente en todas las materias, reclamé con decisión, resuelto a superarlos a todos:

—Mi brocha, por favor...


—Aquí tienes, maestro —dijo Paula en tono burlón, acompañada por multitud de risitas de esos impresentables alumnos que no habían podido resistir la curiosidad de seguirme para reírse de mí.


Cuando noté que Paula depositaba en mi mano un espray de pintura en vez de una brocha, comencé a dudar de que pudiera salir airoso de esa misión. Y en cuanto me volví hacia ella preguntándome qué narices debía hacer con eso, Paula me esperaba con una de sus retadoras miradas acompañada de una pícara sonrisa, haciéndome ver que ésa tan sólo sería una de las estúpidas pruebas que tendría que superar para poder estar junto a ella. Pero como no tenía la menor intención de rendirme, destapé el bote y comencé a crear mi arte, decidido a obtener la aprobación de esa estricta profesora que, una vez más, se burlaba de mí al declarar:

—He pensado que como yo tengo mucho que estudiar, estos jóvenes serán los jueces de tu trabajo. Cuando hayas concluido, me notificarán su veredicto sobre si eres apto o no para quedarte en esta clase —concluyó Paula mientras pasaba despreocupada junto a mí hacia el interior del edificio. Pero antes de marcharse, no pudo resistirse a lanzarme una advertencia mientras golpeaba con sorna mi espalda—: Más te vale dibujar algo que ellos puedan apreciar.


Después de dejarme solo, me concentré en dibujar algo que plasmara mis sentimientos en esos momentos. Pero, para mi desgracia, yo nunca sería tan bueno como Paula en ese aspecto.


—Eso es un mojón —opinó despectivamente uno de los chavales mientras casi se descoyuntaba moviendo el cuello de una postura a otra al tratar de averiguar qué demonios era lo que estaba dibujando en la pared, algo difícil de discernir, ya que ni yo mismo sabía lo que estaba haciendo.


—No: es un pene —concluyó otro mientras negaba con la cabeza.


—¿Estás totalmente seguro de que eres profesor de arte? —preguntó una impertinente chica que me recordó bastante a Paula.


—¡Es abstracto! ¿Vale? —grité irritado mientras intentaba proseguir con mi dibujo.


—¡Eso no te lo crees ni tú! —apuntó otro mientras me señalaba un intrincado diseño que había hecho en un lado de la pared, dejándome avergonzado.


—¿Por qué te vistes así? Esa ropa no te pega para nada —intervino otro desaliñado joven cuyos pantalones bajos mostraban demasiado de su ropa interior.


—¿Por qué no? —le pregunté, cuestionándome qué fallaba en mi disfraz y dudando sobre si habría conseguido engañar a Paula o, una vez más, sólo se estaría burlando de mí y de mis intentos por llegar hasta ella.


—Tienes un aspecto demasiado estirado. Se te nota incómodo, como si lo tuyo fuera más bien vestir de traje...


—Sí, como un niñito bueno haciéndose pasar por quien no es… —se burló otro, haciéndome ver que Paula no era la única que opinaba así de mí. Aunque lo cierto era que después de todo el daño que le había causado, ese calificativo no se podía aplicar conmigo.


Mi respuesta ante esa burla fue una simple sonrisa, pero ésta se borró de mi rostro ante la siguiente pregunta que me lanzó uno de esos chicos:

—¿Qué dificultades puedes haber tenido tú en la vida, si a los niños buenos nunca les pasa nada malo? —ironizó una triste chica que me miró a los ojos, llegándome tan profundamente como sólo Paula sabía hacer. Y por primera vez, me sinceré y comencé a hablar de mi pasado y de las cosas que, aunque me hubiera convertido en adulto, aún dolían.


—¿Nada malo, dices? Debes saber que nunca fui un niño deseado, pero cuando mis padres se vieron obligados a soportar la carga que yo era para ellos, decidieron que podría ser una buena moneda de cambio para extorsionar a mi abuelo: «¡Tienes que ser siempre el mejor para convertirte en el heredero de tu abuelo!», «¡El primero!», «¡El número uno en todo!»… Ésas eran las palabras más cariñosas que me dirigían mis padres. Una y otra vez —recordé, mientras desahogaba la furia que guardaba en mi interior—. Yo cumplía sus órdenes sin cuestionarme nada más, tal vez porque siempre esperé alguna mínima muestra de cariño que nunca llegó. Por eso, cuando encontré a una persona que me concedió su cariño incondicionalmente, sin importarle cómo fuera o lo que pudiera ser en el futuro, me enamoré de ella. »Estar a su lado era lo único que me ayudó a seguir adelante, a no huir, a no saltar a través de esa ventana detrás de la que mis padres me enjaulaban. Pero ellos pensaron que no era adecuada para mí, así que los castigos subieron de intensidad: me daban palizas procurando que sus golpes no dejasen marcas, me encerraban en mi habitación a oscuras, me hacían pasar hambre cuando no me doblegaba a sus deseos… Hay una cosa en la que no estoy de acuerdo con vosotros: los niños buenos no es que no sufran, simplemente lo ocultan mejor. Y creedme: cuando hay dinero de por medio, todo se puede ocultar muy bien — finalicé, recordando todo lo que había sufrido durante mi infancia. Cuando me volví hacia esos chavales esperando alguna nueva burla, vi en sus ojos el mismo dolor que en los míos, y entonces comprendí por qué Paula hacía ese trabajo: quería salvarlos como un día hizo conmigo.

—Bueno, ¿qué pensáis de mi obra de arte? —bromeé, señalando el churro que había creado.


—Definitivamente, es un mojón —fue el veredicto unánime, aunque varios de los chicos me dirigieron una sonrisa de aceptación.


—¿Y cómo terminó tu historia? ¿Te quedaste con la chica? —preguntó con curiosidad uno de los chavales, bastante interesado.


—No lo sé, porque mi historia aún no ha finalizado —respondí a ese cotilla.


Y negándome a contestar a más de sus insistentes preguntas, continué dándole los últimos retoques a mi obra de arte.




No hay comentarios:

Publicar un comentario