Cuando cargué con Paula hacia el interior de esa destartalada vivienda, creí que seguiríamos con nuestros juegos en la cama que aún no habíamos estrenado, aunque tal vez ese viejo mueble no aguantara demasiado. Me importó muy poco dejar a alguien esperando al teléfono, ya que mis negocios cuando llegó ella ya habían finalizado y lo más importante para mí siempre sería Paula. Por eso, y por el miedo que tenía a volver a perderla, aún no le había comunicado que debía irme por un tiempo, algo que sabía que tenía que contarle, aunque nunca viera el momento adecuado para ello.
Cuando la arrojé, juguetón, sobre el sofá, se levantó con rapidez y antes de que me diera cuenta me dirigió hacia una vieja silla para que me sentara.
Extrañado por su comportamiento, esperé a ver qué me tendría reservado.
Cuando sentí una toalla alrededor de mis hombros desnudos me preocupé, más aún cuando la vi señalar el tinte que ella había preparado para utilizarlo conmigo.
Como tenía experiencia de primera mano sobre lo desastrosa que podía llegar a ser esa situación, comencé a levantarme de mi asiento negándome a que mis cabellos volvieran a adoptar algún color extraño, pero cuando Paula me rodeo por detrás con sus brazos y me susurró al oído su confesión, no pude abandonar esa silla a la que me confinaron sus palabras.
—Por un tiempo me gustó tener a ese chico malo a mi lado, pero no sé por qué, siempre he sentido debilidad por un chico demasiado bueno para su bien.
Tras escuchar esas palabras volví mis ojos hacia Paula con la esperanza de escuchar ese «te quiero» que ella siempre se había negado a pronunciar en voz alta, aunque siempre lo manifestara con cada uno de los cariñosos gestos que tenía hacia mí.
—Tengo algo que decirte, Pedro —me dijo, mostrándome el anillo que llevaba en su dedo—, pero sólo lo haré cuando vuelvas a ser tú.
—A pesar de la apariencia que tenga, yo solamente soy yo mismo cuando tú te hallas a mi lado —dije, confesándole una vez más mis sentimientos mientras besaba la mano que llevaba mi muestra de amor.
Y finalmente, como siempre, dejé que ella hiciera lo que quisiera conmigo con tal de escuchar esas palabras que tanto necesitaba oír mi corazón.
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