jueves, 24 de diciembre de 2020

CAPÍTULO 40

 


—Bueno, Paula, nuestros padres ya saben que nos hemos escapado — anunció Nicolás, bastante preocupado ante el mensaje que su padre le había dejado porque, aunque no era cruel, sí podía ser bastante malicioso a la hora de imponer sus castigos.


—Lo has hecho aposta, ¿verdad? Te estás vengando porque te obligué a acompañarme —dijo Paula, que ignoraba las preocupaciones de su primo, enfadada por la forma en la que Nicolas había conseguido colarla en esa fiesta.


—No, Paula; ésta era la única forma de introducirte en la fiesta. La seguridad es demasiado estricta y tú nunca hubieras pasado por una de las invitadas, y menos cuando la bruja está vigilando continuamente la entrada.


—¿Y tenía que disfrazarme de esta guisa? —preguntó Paula, colérica.


—Yo también voy disfrazado y no me quejo —repuso Nicolás, luciendo una sonrisa con la que se burlaba de ella.


—¿En serio? —preguntó Paula mientras ponía los brazos en jarra y lo fulminaba con una de sus miradas—. ¡Tú vas con un elegante traje negro, unas gafas de sol y un puñetero auricular en la oreja y lo único que tendrás que hacer es apoyarte en la pared todo el rato para simular que eres un escolta, mientras que yo… yo…!


—¡Basta de cháchara, querida! ¡Deja de coquetear con los miembros de seguridad y ve a pasearte entre los invitados con la bandeja de las bebidas! ¡Aquí se viene a trabajar! —ordenó un estirado hombre mientras depositaba una bandeja en las manos de Paula.


Por suerte, el ocupado individuo tuvo que marcharse para atender otro asunto apremiante referente a la celebración del cumpleaños de Pedro y dejó a Paula a solas con Nicolás.


—¡Dime por qué no podía ir yo de escolta también!


—Porque eres muy bajita, no tienes el entrenamiento adecuado y son mis tíos los que me están haciendo este gran favor sin el que tú no habrías conseguido pisar siquiera el hall del hotel, así que yo de ti dejaría de quejarme y comenzaría a trabajar. De lo contrario, puede que te despidan y te saquen de aquí antes de que encuentres a Pedro —dijo Nicolas, señalándole discretamente al hombre que le había entregado la bandeja a Paula unos segundos antes, que la reprendía desde la distancia con una severa mirada.


—¡Pues me las pienso beber todas! —declaró Paula, ofuscada, mientras comenzaba a mezclarse con los invitados disfrazada con el absurdo vestido de camarera lleno de lacitos y volantes que, sin duda, la madre de Pedro había elegido, a la vez que se preguntaba por qué se metía ella en esas ridículas situaciones únicamente para llegar hasta Pedro.




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