—Ramiro, por última vez, deja de interrogar a Christian sobre su vida privada. Nosotros hemos venido aquí a estudiar, y papá y mamá no tardarán en venir, ¡así que lárgate!
—¿En serio crees que este tipo puede enseñarte algo? —preguntó Ramiro, mirando con desprecio al acompañante de su hermana.
—Sí, chaval: voy a enseñarle mucho a tu hermana... —repuso ladinamente Christian mientras miraba a Paula, provocando que Ramiro deseara utilizar alguno de los sucios trucos que le había enseñado su padre a la hora de enfrentarse a un matón.
—¡Vamos Ramiro, déjame en paz!
—¿De verdad prefieres a esto en vez de a Pedro? —continuó Ramiro entre suspiros mientras negaba con la cabeza.
—¡Él me ha abandonado! —declaró Paula exaltada, empujando a su hermano hacia la puerta.
—Pedro no es de ésos, Paula, y lo sabes —le recordó Ramiro, decidido a conseguir que su hermana recapacitara antes de llevar a cabo una tontería. Pero el inaceptable sujeto que la acompañaba no tardó en expulsarlo de la habitación, haciéndole imposible que siguiera cumpliendo con su deber.
—¡Vamos mocoso, déjanos en paz! —exclamó Christian, sacando bruscamente a Ramiro del cuarto de su hermana, tras lo que le cerró la puerta en la cara y puso el pestillo—. He oído que quieres que te den tu primer beso, ¿no? —dijo Christian, sugerente, mientras se apoyaba en la puerta, recorriendo a Paula con una ávida mirada.
—Bueno…sí…verás… —intentó excusarse Paula pensando que, después de todo, tal vez su idea no era tan buena como ella había pensado.
—No te preocupes, preciosa: yo te enseñaré todo lo que quieras aprender… y mucho más —declaró Christian, avanzando hacia Paula.
Cuando Christian se alejó de la puerta, se acercó peligrosamente a ella. Y en el momento en el que llegó a su lado, le alzó el rostro para besar esos ansiosos labios. Pero Paula, a pesar de haber sido la que había provocado esa situación, apartó su rostro, indecisa, ya que con Christian su piel no se estremecía ni su cuerpo se acaloraba y sentía que ése no era el hombre adecuado con el que experimentar su primer beso.
—¿Qué ocurre? ¿Es que acaso has cambiado de opinión? —preguntó Christian, visiblemente molesto, agarrándola fuertemente de la muñeca con una de sus manos para evitar que se alejara otra vez de él.
—Sí. Creo que esto ha sido una mala idea —contestó Paula, molesta, mientras intentaba zafarse del fuerte agarre que la retenía.
—Me parece que tú estás muy acostumbrada a tratar con chicos sumisos, querida, si de verdad crees que esto acabará así. Tú me has invitado a tu casa y te me has insinuado, y yo tomaré lo que me has ofrecido voluntariamente, lo quieras o no —manifestó amenazante Christian, tras lo que acabó arrojando a Paula con violencia sobre la cama.
—¡¿Qué mierda crees que estás haciendo, idiota?! —gritó Paula, muy furiosa, mientras se incorporaba y se alejaba lo más rápidamente posible de la cama—. ¡Yo sólo te ofrecí un beso!
—¿Y de verdad crees que alguien como yo se conformaría sólo con eso? — inquirió Christian con sarcasmo, negando con la cabeza ante la inocencia de esas palabras.
—¡Fuera de esta casa ahora mismo! ¡Y ni se te ocurra acercarte a mí nunca más! —exigió Paula, señalándole la salida.
—No —negó Christian mientras se acercaba peligrosamente a Paula.
—¡Ramiro, llama a papá! ¡Estoy en problemas! —gritó Paula desesperada, sabiendo que la naricilla chismosa de su hermano sin duda se habría mantenido pegada a la puerta. A continuación, lanzó una advertencia a su acosador —: ¡Será mejor que te vayas antes de que mi padre aparezca, o si no, te vas a enterar!
—No te preocupes, preciosa: para cuando tu padre aparezca nosotros ya habremos terminado. Y el resultado será el de siempre: mi familia silenciará a la tuya con una bonita suma de dinero y nada más… —replicó Christian, acercándose decididamente a Paula mientras esquivaba sus golpes.
A pesar de su resistencia, Christian era más fuerte que Paula por lo que no tardó en inmovilizarla reteniendo las manos de la chica detrás de su espalda con una de las suyas. Aunque por un momento Christian se olvidó de sus impetuosas patadas, por lo que acabó recibiendo un fuerte golpe en una zona muy sensible que lo hizo desplomarse sobre el suelo.
Para desgracia de Paula, ese golpe en las pelotas sólo consiguió enfurecer a Christian aún más, y antes de que ella pudiera huir, él la atrapó por uno de sus tobillos consiguiendo desestabilizarla y que cayese a su lado sobre el duro suelo.
—Muy bien, ¿y ahora qué vas a hacer? —se burló Christian mientras la retenía debajo de su cuerpo, buscando ese beso que le había sido negado.
Paula movió su rostro de un lado a otro, negándose a que su primer beso fuera con ese animal cuando desde siempre había tenido junto a ella a otro chico mucho más adecuado, algo que enfureció todavía más al violento sujeto que la apresaba.
—¡Bien! No me quieres dar tus labios… ¡Perfecto! ¡Guárdate tus besos para ese niño bueno del que he oído hablar en el instituto, que yo me quedaré con todo lo demás! —exclamó jactancioso Christian mientras desgarraba la camiseta de Paula.
—¡Suéltame cerdo! ¡Te juro que, como me toques, te voy a matar! —gritó Paula mientras intentaba huir desesperadamente de las bruscas manos de ese malnacido que la asqueaba cada vez que acariciaba su piel—. ¡Como me hagas daño, los hombres de mi familia acabarán contigo!
—Ja, ja, ja, ja… Ya, claro. Y dime, ¿dónde están esos hombres tan protectores de los que tanto alardeas? —preguntó Christian jactanciosamente.
—¡Paula! ¡Paula! ¡¿Estás bien?! ¡Suelta a mi hermana, capullo! —gritaba Ramiro con desesperación, sin dejar de golpear la puerta.
—¿Y ésos son todos los refuerzos que tienes para salvarte? —se rio Christian mientras metía las manos atrevidamente debajo de su falda.
Una acción que fue interrumpida con brusquedad cuando los golpes en la puerta comenzaron a ser más contundentes, hasta que finalmente alguien la abrió de golpe rompiendo el pestillo.
—¡Eres hombre muerto! —gritó un joven que Christian desconocía y que lo fulminaba con una airada mirada mientras se aflojaba la corbata de su elegante traje antes de acercarse amenazadoramente hacia él.
—¿Y éste es el paleto que viene a salvarte? Quiero que sepas una cosa, Paula: los niños buenos no saben pelear... —manifestó chulesco Christian mientras se alejaba de Paula para deshacerse del sujeto que lo había interrumpido tan repentinamente.
Christian no averiguó lo equivocado que había estado en sus palabras hasta que recibió el primer duro golpe de Pedro, seguido de unos cuantos más que no pudo evitar. Sólo cuando se encontró cayendo medio inconsciente en el frío suelo, lo suficientemente dolorido como para no poder levantarse, se percató de su error.
Tras la paliza, recibió una contundente amenaza de un chico al que, por error, todos habían catalogado como inofensivo.
—¿Y a ti quién te ha dicho que yo soy un niño bueno, pedazo de idiota? — susurró amenazadoramente Pedro al oído de Christian mientras se agachaba junto a él para darle un último golpe que lo dejó inconsciente. Después de eso, lo sacó de esa habitación en la que nunca debió entrar.
Tras deshacerse de la basura, el serio gesto de Pedro todavía mostraba su furia, y su cuerpo exhibía la tensión que sus puños le exigían desahogar un poco más con ese sujeto. No consiguió calmarse hasta que miró a Paula y vio algunas lágrimas en su asustado rostro.
—¿Paula? —le preguntó dulcemente Pedro mientras la acogía entre sus brazos, calmando los temblores de su cuerpo.
—Pedro, tú tenías razón... —declaró nerviosamente Paula a la vez que intentaba cubrir con sus temblorosas manos la desnudez de su cuerpo—. De verdad que tengo que esperar para dar mi primer beso y…
—Ay, ¡qué voy a hacer contigo, Paula! —suspiró Pedro con frustración.
Finalmente decidió que no podía resistirse más a la tentación que representaba para él la mujer que amaba y besó tiernamente los labios de esa chica con la dulzura que se merecía el primer beso de cualquier mujer.
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